Con ocasión de la película de Ridley Scott hemos tenido
oportunidad no solo de acercarnos a la figura del general y estadista corso y a la
de su amada Josefina, sino también a la de Wellington, su verdugo en Waterloo.
Por razones creemos que de tiempo y para no dispersarse es posible que Scott ha
eludido algunos temas importantes que esperamos ver en la versión completa, de
más de cuatro horas, en las plataformas propietarias Apple, Sony u otras. Hay
otras que no veremos por razones de extensión. Entre las segundas están la
llamada The Great Peninsular War en términos internacionales, y Guerra de
Independencia en España. Pero hay una continuación de ésta que es
imprescindible conocer para conocer aquella. Para bien o para mal, y mucho más
que los militares, el rey o los esforzados guerrilleros españoles, tuvo el
protagonismo principal el duque de Wellington. Que, cuando se concluyó la guerra en
España, continuó con su ejército anglo-portugués por Francia. Los españoles
quedaron como siempre enredados en sus asuntos internos, en este caso los
provocados por su nefasto rey Fernando VII ocupado en sus vicios, entre los que
no eran los menores reprimir alternativamente a unos y a otros, y en sus
intrigas. Y la parte del ejército español que acompaño a Wellington tuvo pronto
que volver por decisión de éste debido a las tropelías que cometía.
En ese ejercito que pasó a Francia hubo un militar muy
ignorado, pero con gran influencia no solo en la Guerra Peninsular sino en las
campañas contra Napoleón como segundo de Wellington en el mando del ejército. Me
refiero al general Álava. Ver el fabuloso libro (no hay nada igual aquí) de Michael
Glover, The Peninsular War, 1807-1814: a concise military history. También pasó un joven oficial ayuda de cámara
llamado John Caradoc, a quien ya conocemos.
Transcribo pues algunos fragmentos de Caradoc en los que Wellington
o la Princesa Bagration son protagonistas con respecto a estos temas.
El primero transcurre en la visita de Caradoc y Joaquina a lo que ha de ser el
palacio Casa Caradoc en Bayona. Le cuenta, entre otras cosas, un incidente que
hubo en la batalla de Hortez entre Wellington y Álava, del cual él fue testigo
como alférez ayuda de cámara de aquél.
Realmente
quedó enamorado de la zona cuando en su primera juventud, a los 15 años, cuando
era cadete y ayuda de cámara de Wellington. Eso fue tras haber accedido a la
plaza por influencia de su madre cuando quedó viuda. En esta plaza acompañó a
las tropas británicas en la campaña del sur de Francia, continuación de las
guerras napoleónicas en España.
Y fue en
el desempeño de sus funciones cómo conoció al general Álava. Era un militar
español que le había acompañado a lo largo de toda la campaña. Su papel de
mediador y de negociador con los dirigentes rebeldes, siempre difíciles en el
trato con los ingleses y entre ellos, fue especialmente eficiente. Con todo
ello se forjó una amistad un tanto especial entre Arthur Wellesley y Miguel
Ricardo Álava, donde se mezclaban bromas, fraternidad, prejuicios y
estereotipos del duque hacia los españoles con una particular relación mezcla
de fraternidad y de tópicos sobre los británicos, también, de éste hacia aquél.
Todo ello hizo que el español fuera insustituible como mano derecha del
británico en lo concerniente a la contienda, pero no sólo a ella. Era su amigo
y confidente. Caradoc, como asistente de Wellington fue testigo de esta
particular relación que contó con proliferación de detalles y anécdotas a
Joaquina
En
particular le relató los pormenores de la batalla de Orthez, a la que asistió
en primera línea como asistente de Wellesley. Allí pudo contemplar y aprender
cuales son las reacciones humanas en el contexto de la batalla, y cómo era la
mediación y la coordinación del general español con el equipo del estado mayor de
Wellington. La trasmisión de órdenes se efectuaba en medio del caos y del
estrépito general, en el que gritos y sonidos estruendosos se mezclaban con
insultos, chanzas y gritos de ánimo o de aliento. En ese escenario el papel de
Álava era en la práctica algo más que de lugarteniente de Wellington. Era como
el director de orquesta en la ejecución de una partitura escrita por el inglés.
Le
explica a Joaquina el incidente, en esta batalla, en el que Wellington está a
punto de morir de un balazo, que por fortuna rebotó en el pomo del sable y sólo
le lesionó el fémur. Sucedió cuando el duque se carcajeaba de forma descomedida
al ver que Álava le habían herido en un glúteo. Fue entonces cuando descuidó su
protección y fue herido, pudiendo el hecho tener consecuencias imprevisibles,
si hubiese sido herido grave o fallecido.
− Si
hubiera sido así pudiera habernos costado caro, muy caro. Tanto como
transformar en derrota lo que fue un triunfo decisivo. Y de ahí en adelante la guerra hubiera tomado
otro sesgo sin Lord Wellington. Afortunadamente sólo quedó contuso por el golpe
de la bala de fusil, que dio en el pomo de su espada y le tocó en el fémur,
causándole el golpe tal estremecimiento, que le derribó al suelo.
» Pero
lo bueno del caso es que todo ello sucedió a consecuencia de su particular
carácter y de la relación de francachela permanente que sostenía con el
español. La bala de dio en el momento mismo que se chanceaba del general Álava,
herido éste poco antes, no de gravedad, pero en parte sensible y blanda que
siempre provoca á risa. Más en este caso. Tanto que Wellington perdió el
control y quedó desprotegido a merced del fuego enemigo.
» Después
harían muchas chanzas y bromas ambos compadres, recordando que el culo de Álava
le estuvo a punto de costar un disgusto en Orthez. Y no sólo allí.
Pero no
fue eso lo más importante que vio y la experiencia mayor, que se le quedó
impresa en la mente. Fueron las encarnizadas acciones, hostilidades, escaramuzas
que, en los prolegómenos de la batalla, se produjeron en los altos de la
Iglesia de Saint Etiénne, en Bayona.
En las conversaciones que en el largo viaje han tenido, Caradoc le cuenta a Joaquina como fue su entrada en Bayonne siendo, como hemos dicho, un cadete ayuda de cámara de Wellington.
Tras el asedio de Bayona en abril de 1814 penetran en la ciudad devastada y humeante. Las calles y las casas están llenas de cadáveres, los de los que no han podido huir. La iglesia de Saint-Etienne se encuentra ubicada en lo que ha sido pleno campo de batalla. Sus ojos de militar todavía niño se abren al máximo al contemplar la imagen de la destrucción que supone, junto a los cuerpos de los resistentes muertos, las bóvedas destruidas y el campanario dañado, a medio caer, con las vigas humeantes. La calle adyacente estaba cubierta de muertos y heridos que con voces lastimeras piden auxilio. Con posterioridad los ingleses serían enterrados en el cementerio adyacente. Las tumbas fueron testigos para el futuro de los fieros combates que allí tuvieron lugar. A ellas viajaron, en años posteriores, gobernantes y personalidades británicas de relieve para rendir homenaje a las víctimas de tan sanguinaria batalla.
Cementerio e iglesia de St Etienne
Siendo
un adolescente, un niño casi, cuando contemplo las escenas dantescas tras el
asedio, se retiró como pudo para no ver semejante, inhumano y cruel, espectáculo.
Lo hizo escondiéndose en la propiedad colindante con la iglesia y el
cementerio. En Merignac. Allí, en un sitio ignorado, abandonado por los dueños,
entre el boscaje, encontró su retiro. En días sucesivos volvió y pudo contemplar
los amaneceres y las magníficas vistas al valle del Adour y a Bayona.
Fue la
primera vez que quedó atrapado por la belleza y la paz del lugar, en contraste
con lo que acababa de ver.
Después,
siendo embajador, lo visitó en uno de los homenajes que se hicieron a los
ingleses caídos. Tras diversas gestiones, pudo conocer a los dueños de la
heredad donde se refugió y entablar los primeros contactos para su compra.
Tampoco
olvida de esa época de cadete con Wellington, la campaña que siguió. Fue la
continuación por territorios franceses, como el asedio de Bayona, de la Guerra
Peninsular. La guerra a la que los españoles llaman de la Independencia.
Los días
siguientes el ejercito anglo-luso-español comandado por el Duque de Wellington
prosiguió sus maniobras y su avance por el valle del Adour arriba. Y con él
nuestro personaje.
Tras el
desastre de Bayona, las fuerzas de Napoleón, mandadas por Soult se reagruparon
para presentar batalla cerca de Orthez, a unos sesenta kilómetros, donde
el valle se estrecha entre suaves colinas. Lugar en el que el Duque de Dalmacia
cree que podría obtener ventaja si sitúa la artillería en las elevaciones. Todo
ello después de haber sido desplazado y desalojado de Bayona.
La batalla
de Orthez se produce el 27 de febrero de 1814.
La tienda donde Wellington instala su puesto de mando está en una colina al sur de St Boes
Todo
esto lo relata Caradoc a Joaquina para combatir el tedio del viaje.
− En ese
lugar, el puesto de mando dominaba todo el valle en un punto cercano a la línea
que delimitaba ambos campos.
» La
colina estaba obviamente en el campo del ejercito aliado, pero muy cerca de las
huestes de Soult. Desde lo alto había buena visibilidad y estaban muy cerca del
escenario de la batalla, pero igualmente en un punto muy visible y abatible por
las balas enemigas, si bien con poca precisión.
» De una
forma directa los aliados no pueden penetrar en el férreo frente organizado por
Soult al norte de Orthez. Sin embargo, una hábil estrategia cambia la
situación. En un momento determinado la sexta división formada por tropas
inglesas y portuguesas, al mando de Hill, cruzan el Puente Viejo al este de la
ciudad, que está en manos inglesas y avanzan rechazando a las tropas francesas,
menores en número, que defendían un vado sobre el Gave de Pau, el río que pasa
por Orthez. Abierta la brecha, penetra gran parte del ejército y con él
Wellington, Álava y yo, como un humilde cadete. Fue en ese momento, al cruzar
el vado, cuando por la euforia del avance Álava se lanza a la descubierta y es
alcanzado. Es entonces cuando Wellington se burla de él. Probablemente con
ello, por el bullicio que se forma, atrae la atención de un tirador francés,
que ve su oportunidad y dispara a lo que consideraba un destacado oficial
inglés. Realmente con ello está a punto de cambiar la historia. Dispara sobre
el que sería el artífice de la derrota de Napoleón, afortunadamente con el
resultado que te he contado. El resto del día, hasta las diez de la noche en
que concluyó la batalla, con las tropas francesas desorganizadas y en desbandada,
lo pasó a caballo con el inevitable dolor de la herida. Pero eso era lo de
menos.
− Así que el culo de Álava estuvo a punto de costarle la vida a tu Wellington y la guerra contra Napoleón a tu Imperio Británico. Para que veas lo que vale un culo español, ja ja ja −Ríe abierta y totalmente desenfadada Joaquina ante Caradoc, que tras un momento de desconcierto se suma a la carcajada.
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Hasta
aquí el fragmento.
La
documentación la he obtenido básicamente de
Frases
literales obtenidas de él
−That's
nothing, man. They put punctures in your ass because it doesn't hurt. Ha
ha ha – Ríe Wellington ante el gesto de dolor de Álava.
−
Eso no es nada , hombre. En el culo te ponen los pinchazos porque no duele.
As the French began to give way, Alava, the Spanish liaison officer, was hit by a spent bullet. Wellington was laughing at him "and telling him it was all nonsense and he wasn't hurt, when he took a hit, a worse one, to the hip". against the hip bone. He fell to the ground. He was able to remount and continued to lead the battle although he was in considerable pain.
Cuando los franceses comenzaron a ceder, Alava, el oficial de
enlace español, fue alcanzado por una bala gastada. Wellington se estaba riendo
de él "y diciéndole que todo era una tontería y que no estaba herido,
cuando recibió un golpe, uno peor, en la cadera". contra el hueso de la
cadera. Él cayó al suelo. Pudo volver a montar y continuó dirigiendo la batalla,
aunque sufría un dolor considerable.
EnGuerra de la independencia. Historia militar de Espanña de 1808 á 1814 de Gomez de Arteche
y Moro, José, 1821-1906
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